Cualquier carril bici es una derrota para el ciclismo
Es de agradecer que JotDown de voz a opiniones tan originales e interesantes como la mostrada por Marcos Pereda en su artículo sobre movilidad ciclista (o la bici estaba antes). Opiniones divergentes del discurso oficialista que identifica ciclismo urbano y segregación ciclista. Esta es la principal razón de seguir leyendo JotDown: saber que sus redactores no se contentan con expresar creencias facilonas y populistas, sino que profundizan y pretenden comunicar ideas coherentes con un mundo más lógico y sensato.
Es de agradecer que la experiencia de quienes defendemos algo san sencillo como que la bicicleta es un vehículo de pleno derecho, de uso diario, al mismo título que el resto de vehículos, sea tenida en cuenta. Mismos derechos, mismas obligaciones. Segregar a sus usuarios nunca puede ser positivo, por lo que supone de pérdida de legitimidad y de derechos. El ciclista debe poder ser protagonista de la movilidad urbana en el futuro, y situarle al margen, como un elemento sospechoso, no hace sino señalarle con un dedo acusador como culpable evidente del pecado de desplazarse a una velocidad menor. Ese no es el camino.
Reclamar espacios ciclistas exclusivos no deja de ser una excusa nombrilista, cuyos argumentos se desmoronan bajo un análisis pausado que vaya más allá de los tópicos de siempre. La segregación ciclista constituye la excusa ideal para que el automóvil se apropie de la calzada, libre ya del estorbo ciclista. La bicicleta se relega a espacios peatonales, rodeando o incluso atravesando paradas de autobús, se la reduce al papel de juguete, se limita su velocidad, se ve obligada a circular en vías estrechas, bidireccionales, sometida a cruces continuos y rodeada de obstáculos, eliminando su eficiencia como vehículo habitual, y creando situaciones de peligro. Los manuales de infraestructura ciclista se convierten en un vano intento de limitar el daño causado por la propia segregación, peligros que no existen al circular de manera integrada en calzada. Todo vale, todo excepto ralentizar al sacrosanto automóvil.
El debate sobre la movilidad urbana se desplaza hacia como apartar al ciclista de la manera más eficaz posible, mientras las autopistas urbanas proliferan, en lugar de desviar el dedo acusador hacia el exceso de automóviles en nuestras ciudades, relegadas al papel de macro parkings, con todo lo que ello implica. Política y económicamente es más rentable y sencillo seguir apostando por el todo automóvil, mientras el carril bici verdea el sinsentido, en lugar de apostar por ciudades de velocidad limitada, de tráfico calmado y limitado, y por entornos amables donde todos los vehículos cohabiten. Y ese el mérito de este artículo: no dejarse llevar por ideas obsoletas, apostando por la bicicleta como un medio de transporte plausible dentro de la trama urbana.